Ser mujer y que te dejen serlo. Tal vez esa sea la verdadera conquista. Desde el siglo XVIII a nuestro “mundo google” ha llovido y derechos, por fin, hemos adquirido. Avergüenza pensar que antes de ayer la discriminación respecto a los hombres era ley y el modelo estaba escrito, no se podía “ser” fuera de aquello para lo que habíamos nacido. Es cierto que han cambiado las cosas, pero no podemos conformarnos. Hacia atrás ni para coger impulso: hemos de mantener la mirada crítica y denunciar todo aquello que no marcha. Nota al pie de página: estas líneas se circunscriben al aquí y ahora más absoluto, es decir, España 2016. Si vamos hacia oriente, como poco, lloramos y si vamos a otros lugares pondríamos el foco en multitud de temas, todos ellos fascinantes seguro, pero propios de otras coordenadas.
El caso es que el ocho de marzo comenzó siendo el Día de la Mujer Trabajadora hasta que, la Asamblea General de la ONU en 1977, lo proclamó como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Es decir, seas o no trabajadora este es tu día. Si lo eres, enhorabuena porque cumples con todos los requisitos que la sociedad te demanda: eres un “recurso”, cotizas a la seguridad social, en teoría has logrado la dignidad propia que te otorga la vida laboral, si eres una profesional has logrado dar salida a tus estudios, tu esfuerzo ha sido recompensado, además devuelves al sistema lo que se ha invertido en ti.
Si no trabajas fuera de casa entonces perteneces, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre del 2015, a uno de los 16 millones de los 38 de españoles en edad de trabajar (un 40%) que son inactivos laborales. Población que se dedica a las llamadas “labores del hogar”, categoría muy feminizada, que supone el 22,6% del total de inactivos, de los cuales aproximadamente 3,5 millones son mujeres, frente a 325.000 hombres.
Mujeres catalogadas de inactivas, pero que son infinitamente activas: trabajan en promedio las mismas horas que en el mercado laboral remunerado, con el plus añadido de que un 27% que lo hacen en jornadas extremadamente largas frente al 11% que lo hacen en el mercado laboral retribuido. Y lo curioso es que muchas de ellas hoy en día están sobradamente preparadas. Tienen estudios superiores, hablan varios idiomas y tienen experiencia profesional pero, una vez analizado el estado de la conciliación en nuestro país han decidido quedarse en casa. De hecho, esta crisis económica pavorosa que nos azota ha golpeado especialmente a los sectores más vulnerables y en este país, ser mujer sigue siendo un hándicap. El azote del paro se ceba con el colectivo por muchas razones pero, fundamentalmente, por la falta de igualdad en este país donde asumimos, con estoicismo, que ante un mismo puesto el salario del hombre pueda ser más elevado. Muchas mujeres ahora han perdido su puesto de trabajo y ante el otro reto, la maternidad, las que han podido ser madres (ya que muchas han tenido que renunciar a ello) han optado por quedarse en casa sin buscar trabajo de nuevo antes de tener que ver cómo sus hijos tienen que ser atendidos por cuidadores o en guarderías desde el cuarto mes de vida.
Un verdadero problema. Dejemos a un lado políticas de igualdad y no metamos ahora al padre de la criatura. O tengamos en cuenta la posibilidad de la maternidad en solitario. Simplemente nosotras y nuestros hijos. Vale que los hombres pueden ayudar, sustituir, cooperar. Vale que ellos han dado un salto y están ahí pero hay una maternidad a la que no tenemos por qué renunciar: esa que supone la estancia con tu hijo, una permanencia constante, una larga lactancia materna a demanda, la posibilidad de tener varios hijos en un corto espacio de tiempo. Pues resulta que si decides adentrarte en ese tipo de maternidad ves como la ausencia absoluta de coherencia entre los horarios,y los servicios de conciliación familiar en este país hacen que muchas mujeres se queden en casa y dejen su trabajo. Piensan que al final su sueldo sólo sirve para pagar el cuidado de sus hijos o que por el poco tiempo que están a su lado hace que no compense una vida laboral. Es el absurdo elevado a la máxima potencia.
Y aquí está una de las conquistas pendientes: ser mujer como cada mujer quiera serlo.
Munia Fernández-Jordán (@muniafj), es concejal de Ciutadans en el Ayuntamiento de Sant Cugat
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