En el siglo XXI el concepto de equilibrio químico aplicado a la política es prácticamente imposible de concebir. Vivimos en una evolución o involución – según como se mire – constante. Los reactivos y los productos mutan de forma galopante.
A los miembros electos en las pasadas elecciones municipales nos toca hacer, sin embargo, un alto en el camino de vez en cuando y pensar en qué modelo de ciudad queremos para nuestros conciudadanos. No soñamos en la perfección, pero por lo menos queremos que el resultado global de la alquimia se parezca a un modelo de sociedad justo, digno y plural.
Sant Cugat camina por sí sola y tiene una serie de virtudes y activos que creo que son sobradamente conocidos. Pero debemos introducir cambios en las fórmulas empleadas (los reactivos) para que el resultado final (los productos) no se giren en contra nuestra y generen efectos no deseados.
Vivimos en una ciudad cara. Cada vez más cara, de hecho. El precio de la vivienda resulta prohibitivo, así como su mantenimiento. Somos una de las ciudades de España donde los impuestos municipales son más altos, especialmente el IBI. Ello supone que difícilmente vamos a poder retener a nuestros jóvenes, lo que implica una fuga de talento, de ilusión, y de impulso que nos hará perder vitalidad.
Adicionalmente, este proceso puesto ya en marcha hace unos años, es posible que se extienda a otros segmentos de la sociedad de forma paulatina como si de un virus se tratase. Los más desfavorecidos por la crisis – jóvenes, parados de larga duración, jubilados con pensiones bajas y otro tipo de colectivos – pueden percibir que permanecer en Sant Cugat resulta complicado, y van a tener la sensación, muy cierta, de que el sistema les acaba expulsando.
El reto principal del equipo de gobierno, ahora en minoría, así como de la oposición para este mandato debe ser revertir este proceso. Debemos plantearnos de nuevo nuestras prioridades, y éstas deben incluir como punta de lanza una política activa en materia de vivienda que favorezca el arraigo de los jóvenes.
Debemos empezar por reducir el valor catastral de la vivienda en Sant Cugat que no se actualiza desde el 2006, época de plena burbuja inmobiliaria. En definitiva, reducir la carga que para todos los ciudadanos supone el pago de los tributos municipales.
Como nada es gratis en esta vida, debemos analizar en los presupuestos venideros cómo abordar esta problemática y dónde estamos dispuestos a recortar. Si el ciudadano tiene la posibilidad de consular los presupuestos pasados, podrá adivinar en los gastos ciertas partidas presupuestarias abultadas y de muy dudoso provecho para la ciudadanía. El observatorio de la ciudad, el gasto en comunicación, o lo que ha venido a llamarse las partidas destinadas a “la construcción nacional” son solo unos pocos ejemplos.
Sergio Blázquez, es concejala de Ciutadans en el Ayuntamiento de Sant Cugat
Este artículo fue publicado en el Cugat.cat el día 15/07/2o15
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