Si una lección debería haber aprendido la Unión Europea de la guerra de los Balcanes, allá por los años noventa del pasado siglo, es que la inacción no es la solución. Los muertos no hablan y por lo tanto poco se habla de aquel desastre que condujo a cientos de miles de fallecidos y millones de desplazados. Al final tuvieron que venir los Estados Unidos a poner orden con los acuerdos de Dayton. Y es que, en una actitud infantil, la Unión Europea miró hacia otro lado prefiriendo que el uso legítimo de la fuerza la ejercieran otros, por aquello del qué dirán.

Décadas después se repite la historia en Ucrania, en este caso invadida por Rusia, o mejor dicho por las fuerzas armadas que dirige el Sr. Putin. Es decir, debemos diferenciar al pueblo ruso de su máximo dirigente. Un pueblo al que por cierto se le ha desinformado permanentemente desde hace años y que no sabe ni la mitad de lo que está pasando realmente en Ucrania. 

Para ser justo hay que decir que también los medios occidentales han mentido o desinformado muy a menudo. Pero por lo menos las democracias que los sustentan ofrecen la oportunidad de abrirse camino entre mucha mentira y, al final y con cierto esfuerzo, que nos podamos hacer una idea bastante aproximada de cual es la realidad de las cosas. Cosa que no sucede, por desgracia, en la Federación Rusa donde expresar ideas contrarias al Kremlin supone jugarse el pescuezo.

Ahora lo que toca es defender y apoyar a Ucrania. Hagámoslo desde todos los frentes posibles: sanciones económicas, envío de material humanitario, ayuda a los refugiados, etcétera. Y también, digámoslo claro, pudiendo enviar material bélico, pues dejarse masacrar impunemente no es la solución para nada y todo pueblo tiene derecho a defenderse. 

Solo así, parece, será posible que el Sr. Putin pueda entender que esta guerra ni le conviene ni le va a salir gratis. Solo así, parece, entenderá que lo más inteligente, incluso para él, es el cese de las hostilidades y volver a una mesa de negociación donde abordar una solución duradera y pacífica en la zona. Algo que ya contemplaban los llamados Acuerdos de Minsk y que, por desgracia, dada la escalada bélica en el este de Ucrania quedaron en papel mojado. 

Por último, quisiera quitarme el sombrero ante los organizadores de la concentración que el pasado viernes por la tarde tuvo lugar en la Plaça de la Vila en nuestro municipio. Su entereza y sus testimonios delante del micrófono no pueden dejarnos indiferentes. También, es de recibo agradecer la solidaridad expresada por nuestros vecinos, donando bienes de primera necesidad como alimentos, medicamentos, etcétera. Estos pequeños grandes gestos son los que, de verdad, hacen que uno se sienta orgulloso de su pueblo y de su gente. 

Sergio Blázquez (@SergioBlazquezA) es regidor del Grupo Municipal de Cs en Sant Cugat