Me ha sorprendido amargamente la absoluta falta de sensibilidad del partido socialista para con sus votantes y el absoluto desprecio hacia sus propios militantes cuya frágil salud en tiempos de pandemia habían decidido poner en peligro manteniendo la fecha de unas elecciones autonómicas: todo por la sonrisa fugaz de unas encuestas cocinadas por medios afines.
Por suerte, a final, la mayoría pensante de nuestros representantes se han puesto de acuerdo para posponer las elecciones autonómicas hasta que se retome unos parámetros de seguridad que permitan que, los presidentes y vocales de mesa, funcionarios, apoderados y, por supuesto, todos los ciudadanos con derecho de voto y sus familias, no se jueguen la vida por ir a votar. O, simplemente, dejen de ejercitar su derecho de sufragio por miedo a los contagios cosa que, sin duda, mermaría la legitimidad del gobierno saliente de las urnas.
Seguramente si el gobierno de Sánchez y su nuestro pluriempleado ministro de Sanidad y candidato a Presidente de la Generalitat, ponen algo más de su parte, junto a los pésimos gestores de ERC de la sanidad catalana, la transición hacia la normalidad sería más rápida y certera.
Quizás sea pedir demasiado pero ¿podríamos por un momento dejar de lado la calculadora electoral y preocuparnos de todos y cada uno de nuestros ciudadanos? La mayoría nos lo agradecería.