La situación actual de locura colectiva no es nueva en la historia de la civilización y es que, el poder, a lo largo de la historia ha trastornado muchas mentes de los individuos y colectivos que han conseguido concentrar, durante mucho tiempo, el poder y designios de su pueblo. Y es que, según expertos neurólogos, el poder cambia el cerebro de quienes mandan y obedecen.

De ahí nace el síndrome o epidemia de Hybris (desmesura, orgullo, soberbia) que se basa en la continua trasgresión del espacio personal ajeno y a una falta de control sobre los impulsos propios guiados por un sentimiento irracional de desequilibrio. La Hybris, según la literatura griega, es la causante de la ruina, la desgracia que desencadena en un final trágico y la catarsis de su público.

Eso es en la mitología griega. En nuestra sociedad actual, la epidemia de Hybris está personificada por la mayoría de los políticos y partidos que, durante muchos años, han gobernado el destino de los ciudadanos sin límite a su poder. El poder ilimitado y prolongado, causa tiranías, dictaduras que perpetúan la pobreza de los países y regiones que se ven sometidas a ellas. Sobre todo, de las clases sociales más desfavorecidas.

Pero, ¿cómo se detecta este trastorno neuronal?

Según los expertos, estas perturbaciones mentales y de comportamiento pueden variar desde pequeños tics a movimientos involuntarios del cuerpo que condicionan el lenguaje corporal del sujeto. Seguro que, cada uno de nosotros, tenemos nuestros propios candidatos políticos que sufren este defecto.

Son capaces de mentir sin pestañear, de engañar sin preocuparse del caos que provocan en su adicción al poder reforzada por un entorno contagiado que robustece su enfermedad: una corte de infectados que fortalecen la autoconfianza del paciente y le privan de la duda del error, aislándole de la realidad. Se erigen como portavoces del ‘pueblo’ de ‘la nación’ como si fueran dioses griegos, médiums paranormales que personifican la voluntad de toda una comunidad, sin excepciones sanas.

El Hybris se retroalimenta, se transmite con el delirio de nuevos contagiados que, guiados por su líder, se creen elegidos para vivir momentos excepcionales. Es la colectivización de la enfermedad que, según los afectados, hace accesible a simples humanos la posibilidad de ejecutar cualquier cosa, por imposible que sea, simplemente por el motivo de que la voluntad de la muchedumbre en simbiosis con el poderoso, lo hace posible.

Y entonces, llega el desengaño, el choque con la realidad. Es ahí cuando el poderoso trastornado, culpa a los hechos, a fuerzas malignas de su falta de conexión con la realidad. En resumen: la tragedia.

Pero no quiero acabar mi artículo sin una visión positiva por lo que rescataré un antiguo proverbio que hilvana perfectamente con el síndrome de Hybris: ‘Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco’.

Aldo Ciprian (@a_ciprian) és Portaveu del Grup Municipal de Cs a Sant Cugat

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