Si algún mandamiento bíblico se incumple de forma flagrante por parte de quienes gobiernan nuestro ayuntamiento sin duda se trata del décimo, aquél que reza: ‘no codiciarás los bienes ajenos’. Así, cada año, a los vecinos de Sant Cugat se les grava con el IBI (impuesto sobre bienes inmuebles) más caro de toda Catalunya. Un recibo medio de 760 euros, muy por encima del que cobran ciudades como Barcelona, o Sitges, por poner un ejemplo. Y claro está, todos sabemos que el IBI es el gran tributo del que se nutren las arcas municipales.
El problema no es que sangremos a nuestros ciudadanos, que también. El problema es que estos perciben que lo que pagan no justifica en absoluto el retorno en forma de servicios que el ayuntamiento presta. En este sentido el observatorio de la ciudad, en su última oleada, preguntaba a los encuestados explícitamente por ello y la valoración era manifiestamente negativa. Y no les falta razón.
Pongamos algunos ejemplos: si comparamos a Sant Cugat con ciudades de nuestro entorno veremos que tenemos unas guarderías públicas más caras. El mantenimiento de la ciudad es bastante mejorable y prueba de ello es el lamentable estado de las aceras en muchas zonas. Nuestra inversión en vivienda pública es escasísima. La seguridad ciudadana ha empeorado en los últimos años. Y así podríamos seguir, con un largo, larguísimo etcétera.
Ni tan siquiera un municipio, como el nuestro, geográficamente extenso y con numerosas zonas verdes justifica una diferencia tan enorme entre lo aportado y lo recibido por el contribuyente.
Si a todo ello le sumamos el importante nivel de endeudamiento que tiene el ayuntamiento, alrededor de 70 millones de euros, llegamos a la conclusión de que la gestión de la institución deja mucho que desear y dista mucho de la optimización de los recursos públicos.
En definitiva, el PDeCAT codicia mucho, pero aporta poco. Nadie quiere que le gobierne un avaro. Y, por si fuera poco, manirroto.
Sergio Blázquez (@SergioBlazquezA) és regidor del Grup Municipal de C’s a Sant Cugat
