La semana pasada tuvimos ocasión de reunirnos para debatir los puntos débiles y los fuertes de la primera incursión de nuestro municipio en la iniciativa de los presupuestos participativos 2016, que se saldó con una participación promedio del 7% de la población de la ciudad mayor de 16 años, un gasto desmesurado en la campaña publicitaria y que repartió dos millones de euros en proyectos para los barrios a propuesta de ciudadanos anónimos.
De los errores se aprende y ésta fue una iniciativa excelente para, de cara a las próximas ediciones de los presupuestos participativos, mejorar el objetivo de los mismos que es, en mi opinión, involucrar al mayor número de ciudadanos en las mejoras de su ciudad. Sin embargo, esta iniciativa de autocrítica no se aplica en los Premios Ciutat de Sant Cugat donde, en su decimosegunda edición (la segunda para mí), se cometen errores de bulto que no parece tengan previsto solucionar para el futuro.
Ante todo, felicitar a las entidades finalistas y a los premiados con el galardón en la última edición, pero comentar que el proceso de elección de los ganadores es francamente mejorable. Eso no significa que los agraciados no sean merecedores del premio ni que otro sistema más participativo no hubiera dejado los mismos vencedores. Me explico.
Comentar que la votación popular a la que se invita desde el Ayuntamiento no tiene ningún peso en la decisión final y que las candidaturas sustentadas con cinco votos tienen las mismas posibilidades de ganar que las que cuentan con 1.000 apoyos puesto que la clasificación final depende del jurado. Este jurado de los premios Ciutat de Sant Cugat está compuesto por los siete portavoces de los partidos políticos y un número de ‘ciudadanos relevantes’ hasta la casi veintena de jurados. Estos ciudadanos de especial relevancia, en su mayoría, lo son para el equipo de gobierno y no para el resto de los grupos municipales que desconocemos los motivos de su elección.
Aun así, para evitar suspicacias, creo firmemente que el apoyo de los ciudadanos a través de su voto debería ser fundamental para determinar los finalistas al premio; es decir, aquellas candidaturas que más votos reciban deben ser las que puedan optar al galardón a través del debate del jurado. Algo parecido a lo que sucede con los presupuestos participativos. ¿No se trata de fomentar la participación de la ciudad en el reconocimiento de sus ciudadanos ilustres o iniciativas que mejoran nuestra existencia?
Otra perspectiva que se puede perfilar es que los galardones premian un hecho relevante acaecido el año anterior (se conceden cada año), no una trayectoria ni aniversario. Para los aniversarios y divulgación de una trayectoria en beneficio de la ciudad, ya existe el premio del Consistorio que reconoce el trabajo de estas asociaciones. Así se hizo con el Club de Golf Sant Cugat, el Sant Cugat FC, La Lira y La Unión.
Como gente relevante yo elegiría a los participantes en la edición anterior de los premios: al fin y al cabo ellos son indiscutiblemente importantes para la ciudad y conocen perfectamente el sacrificio del trabajo bien hecho. Gente especial.
Por último, y a pesar de nuestras reiteradas peticiones de nuestro grupo municipal, el premio otorgado unilateralmente por la alcaldesa nos parece fuera de lugar y, desde el inicio, solicitamos su cancelación por uno consensuado por el jurado o por votación popular. En la deliberación del jurado de esta última edición, sin ir más lejos, ni siquiera contamos con la presencia de la Sra. Conesa debido a sus compromisos con la Diputación en la isla de Lesbos. Esta situación nos impidió escuchar los argumentos que justifican su decisión del candidato, correcta o no, a cambio de un ‘porque lo digo yo’.
Una ciudad de 90.000 habitantes como Sant Cugat merece unos premios donde se reconozca la excelencia del trabajo bien hecho por parte de todos los vecinos y no de unos pocos elegidos. Es mi propuesta. Quizás en la próxima edición.
Aldo Ciprian (@a_ciprian) és Portaveu del Grup Municipal de C’s a Sant Cugat