foto munia jordan

«Creo que una hoja de hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las estrellas», Walt Whitman.

Siempre que subo a Les Planes siento que aquel es un lugar para ser feliz.

Me meto en un terreno pantanoso. Estas líneas pueden quedar en ‘loa de alguien que está por el Ayuntamiento con un color político determinado y tiene un espacio para escribir’… Entonces aprovecha para, con el toque del político cínico, hacer un guiño al distrito.

Soy consciente y avanzo. No es esa mi intención y espero poder transmitir un sentimiento sincero, fruto, además, de una profunda reflexión. Esta vez corazón y cabeza van de la mano e intuyo que a muchas personas les ha ocurrido algo parecido cuando han conocido este lugar y a sus gentes. El pregón de Nuria Camps el viernes pasado en la Fiesta Mayor me hizo avanzar en la idea de este artículo porque con una sencillez y una estructura perfectas transmitió lo especial que es aquello y pidió que les devolviésemos a los vecinos esa pasión y esa hospitalidad que le ponen a todo, de la mejor manera: disfrutando de sus fiestas.

Desde que subí por primera vez un enero mientras caía la nieve he sentido siempre lo mismo: los vecinos con los que hablo, las personas que he ido conociendo, son muy amables, muy cordiales, y a mí me invade una paz increíble. Mi teoría es que ese lugar les da esa fuerza, ese talante, esa mirada feliz, aunque les inunde la tristeza. Porque no es una cordialidad para salir del paso, logran la distancia justa. Logran, en su cosmos, la fraternidad.

Entre ellos, los lazos que tienen, los mostraron en carne viva en el homenaje al cura de Les Planes, Mossen Pere Grau. En una primavera radiante eligieron un día y aquello fue algo mágico. Sé qué les dio aquel hombre excelso sin haberle visto jamás porque el amor que le devolvieron lo dice todo. Y esa fraternidad que supuso trabajar para ese día, da el ejemplo de cómo son. Porque es ponerse de acuerdo, trabajar en equipo y no desfallecer ante las dificultades. Porque es tiempo quitado a lo suyo para enseñarnos a todos, el lugar en el que tienen a esa persona que tanto les dio, tanto les enseñó y tanto les quiso.

La otra fraternidad, la de ellos con el forastero… ¡esa es la que da la medida de lo especiales que son! porque culmina el proyecto que ellos mismos se han dado. No hay colores, no hay origen, no hay lenguas. No hay nada más que personas comunicándose y todo lo que no sea común, no se discute. Se aparta, se soslaya, con la elegancia de los seres que saben que, por encima de cualquier bandera, hay que arreglar los problemas de los vecinos.

Cuando esa fraternidad y esa concordia se da, nace un sentimiento de fortaleza porque los lazos son entre iguales. La conquista por lo suyo es fácil porque jamás es excluyente. Y así la carpa que han tenido estas fiestas no es un regalo, no es un máximo, es lo que merecen y sobre todas las cosas una conquista por tesón y fortaleza.

Les Planes es naturaleza y eso es beatífico, el contacto con el ciclo del sol, la cercanía del bosque, ese aire, el silencio… Probablemente el lugar les de ese algo extraordinario porque transmiten un sentimiento de pertenencia y un profundo amor a su tierra. No como algo abstracto; no como ente político o administrativo, más o menos entelequia, más o menos administración. No, nada de eso, es más bien al lugar. Lo traduciría en el amor a la niebla, al olor a tierra mojada, a leña o al calor del mes de julio…

Seguramente lo especiales que son nace del privilegio de estar rodeados del verde más precioso, de animales, arbustos, flores y de
observar día a día el ciclo del sol que ven sin artificio desde esa atalaya, con un inmenso cielo para ellos solos. El mundo va, seguro allí, a un ritmo mejor.

El sentirse privilegiado y devolverlo en forma de armonía y bondad es decir, fraternidad es la máxima expresión de lo humano. Ojalá todos fuéramos Les Planes.

 

Munia Fernández-Jordán (@muniafj), es concejal de Ciutadans en el Ayuntamiento de Sant Cugat

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