Garrett Hardin publicó en 1968 un interesante artículo en la revista ‘Science’ sobre lo que él denominó ‘La tragedia de los (bienes) comunes’ (en inglés Tragedy of the commons). El dilema que describe es el de situar a varios individuos que actúan por interés personal, de forma independiente y que toman las decisiones de forma racional ante el uso compartido de un bien de carácter público (común).

El ejemplo que Hardin propone se sitúa en la gestión de un pastizal de uso compartido entre varios ganaderos. Cada uno de los ganaderos tiene un número determinado de animales. Los ganaderos observan que, pese al uso que ya le dan, hay pasto sobrante, por lo que deciden aumentar el número de animales, obviamente todos actúan de la misma forma aumentando incesantemente el número de animales hasta el punto en el que el pastizal se sobreexplota y los animales perecen debido a la desaparición del alimento.

Este dilema se basa en la paradoja de que las estrategias individuales racionales conducen a resultados colectivamente irracionales cuando no está presente la cooperación entre los involucrados. Es decir, los individuos que toman decisiones con el objetivo de obtener beneficios individuales, no se dan cuenta de las externalidades negativas que de forma recíproca se generan en el caso de que el resto de individuos se comporte de la misma forma.

Uno de los aspectos más conocidos de esta tragedia es el conocido comportamiento ‘free rider’, es decir, el comportamiento personal que busca la obtención de ventajas individuales amparándose en la acción colectiva de la mayoría de los ciudadanos. Por ejemplo, las personas que deciden no vacunar a sus hijos y que a pesar de eso están a salvo (relativamente) de contraer esas enfermedades gracias a que el resto de la población sí que se vacuna.

Este dilema conduce, por lo tanto, a una situación en la que existen múltiples equilibrios de Nash al derivar en una utilización egoísta por parte de todos los participantes en el uso del bien público. La solución para obtener un único equilibrio de Nash, en el que todos los participantes obtengan el máximo beneficio común, se obtendría, según Hardin, aplicando una penalización, una multa o un impuesto, con el objetivo de modificar el comportamiento natural de los individuos.

Si queremos alcanzar un futuro en el que todos podamos compartir el prado y que este no acabe esquilmado y provoque la ruina de sus usuarios, habrá que volver a un entorno regulado y en el que el estado de derecho vuelva a ser el eje sobre el que gira la vida política, económica y social de nuestra Comunidad. Debemos olvidarnos de la unilateralidad y de la bilateralidad, aceptar la multilateralidad de los agentes que conviven en el prado y dedicarnos a gestionarlo adecuadamente y de forma solidaria.

Por suerte tenemos un prado fértil, en el que cabe mucho ganado y que puede permitir que todos los ganaderos tengamos un nivel de vida excepcionalmente alto. No perdamos el horizonte de vista y no nos dejemos engañar por la percepción individualista e insolidaria, excepto que aceptemos y asumamos que, tarde o temprano, deberemos pagar (todos) por ello.

Martí Pachamé és membre de l’agrupació de Ciutadans (Cs) Sant Cugat

sant.cugat@ciudadanos-cs.org

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