foto munia jordanLa política española desde la Transición hasta hoy ha cambiado tanto como las series de TV, como de La Casa de la Pradera al CSI más o menos. Sin duda los logros en este periodo han sido enormes. Gozamos de un Estado del Bienestar que es la envidia de los cinco continentes, aunque nuestro tanatismo unido con el placer congénito de ponernos verdes a nosotros mismos no nos permita verlo. Se logró una salida de la infecta dictadura que rindió al mundo a nuestros pies y los diferentes gobiernos que se han solapado han ido, con aciertos y errores, soslayando los hitos que pone la historia. Sin entrar en grandes números estamos bien, más o menos, bien.

Pero la gente no aguanta a los políticos. No sólo es la podredumbre de la corrupción, la cara de idiota que se nos queda a todos cuando chorizos profesionales salen de la cárcel y tienen una fortuna esperándoles en algún paraíso sin haber saldado un euro de su deuda, que debería ser, ésta sí, perpetua. No sólo es esto, sino que la sensación de absoluta desconexión viene por la misma acción política, lo que se debate y proyectos y medidas que se llevan a cabo. Es como si el interés general fuera un concepto etéreo y no jurídico. Que no hace falta biblioteca, que lo que hace falta es llar d’ infants: pues toma biblioteca, tal vez porque va asociada a la construcción de un edificio y de 120 viviendas más ¿Qué se pide la bajada del precio del tren, lo que además es “sostenible”? toma radial de peaje.

Los ciudadanos son los que le han dado la vuelta a la política cuando se ha producido el paso cambiado, la bifurcación de caminos. Y es que de eso va ahora el tema, Sres y Sras. Cuando vas a la hemeroteca y ves imágenes de la Transición o lees crónicas de aquellos días se ve una unión; política y calle iban de la mano. Ahora, por mucho que lo vendan Pablo Iglesias o los del Prusès, estamos en las Antípodas de aquel fenómeno. El efecto estalactita ha hecho que la gente dé la espalda a la clase política, que la idea de que realmente los políticos sirven para algo haya pasado a la historia. A veces, negar lo evidente es no querer encontrar solución.

En este marco surgieron o fueron más votados partidos mágicos con medidas geniales como sueldos para todos, pasar la consulta del médico en grupo o salir de la UE. Todos hablan mucho de corrupción pero cuando se les pregunta por medidas concretas, aquí, ahora ¿Por qué no limitar el mandato de los alcaldes a ocho años? ¿Por qué no hacer caso a la gente y ventilar como hacemos en nuestras casas? Entonces, no sabemos qué van a decir. En Ciudadanos presentamos esta medida en el pleno de enero, para comenzar el año haciendo nuestros deberes. La ley no obliga a ello, es cierto, pero podemos pactar, ponernos de acuerdo diciendo a las personas de este municipio: Sres y Sras aquí un alcalde solamente estará ocho años si uds le secundan en su programa y en su gestión. ¿Por qué? Porque corren nuevos tiempos, porque instaurarlo es un medio de control y éticamente lo correcto y porque la política tiene que ser más hacer y menos hablar.

Munia Fernández-Jordán (@muniafj), es concejal de Ciutadans en el Ayuntamiento de Sant Cugat

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